El día después de una marcha histórica

Ayer se conmemoró el primer "Día de la Memoria de la era Milei" y, tan sólo en Plaza de Mayo, hubo casi medio millón de personas que salieron a la calle.

Por Denisse Cutuli

“Si me caigo quién me va a levantar después”, bromeó Estela de Carlotto cuando leía el documento oficial sobre el escenario mientras pedía que no la empujaran hacia adelante. Una multitud le respondió con ternura, “todos, Estela”, en gratitud por su lucha y la de las otras cientos de mujeres que tuvieron la valentía y el coraje de enfrentar a la última dictadura cívico-militar en reclamo por el esclarecimiento del paradero de sus hijos y por la restitución de sus nietos apropiados, lucha paradigmática en el mundo y que aún hoy, cuando rondan los 80 y 90 años, llevan adelante con la misma determinación. 

Este domingo, Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, ocurrió tal vez una de las —sino es la— movilizaciones más multitudinarias que ha tenido lugar un 24 de marzo, pero también en la historia argentina. Espacios políticos de diversa índole, movimientos sociales, organizaciones de derechos humanos, gente que decidió ir por su cuenta, casi medio millón de personas llenaron las calles porteñas en las que está emplazada la Plaza de Mayo y sus alrededores, y las de todo el país, para reclamar por Memoria, Verdad y Justicia por los 30 mil detenidos desaparecidos. Medio millón de personas salieron a las calles, muchos de ellos por primera vez, para dejar en claro que no se resignan a olvidar, y mucho menos a entregar la lucha y ceder espacio a los discursos negacionistas de lo que ha sido y es el período más atroz de nuestro país.

El único antecedente cercano que podría asemejarse a esta comunión colectiva de un pueblo que no olvida es la marcha en rechazo al beneficio del 2x1 para delitos de lesa humanidad que se intentó imponer en 2017. Pero quienes asistieron aquella vez coinciden en que esta vez fue superior. No se había visto hasta el momento algo así: cuadras y cuadras atestadas de gente, transportes públicos colapsados en los que se arribaba al punto de encuentro cantando y saltando, chicos y chicas a quienes sus padres les explicaban frente a los carteles artesanales por qué era importante estar ahí. Cientos de personas que tuvieron su primera experiencia en una marcha por la Memoria en el marco de un Gobierno que también por primera vez expone de manera expresa su marcado negacionismo.  

En la lectura del documento oficial del mediodía, con los textos de Nora Cortiñas, Estela de Carlotto, Taty Almeida y Adolfo Pérez Esquivel, se pidió que la Justicia ratifique la prohibición de otorgar indultos a los militares condenados por delitos de lesa humanidad y se reclamó por una ley que prohíba las expresiones negacionistas, como ocurre en Alemania con el nazismo. También se sentó posicionamiento respecto al plan económico que lleva adelante el Gobierno libertario que conecta en muchos puntos con el desarrollado por José Martínez de Hoz durante la dictadura. 

Desde la administración libertaria no se privaron de hacer un contraataque. Mediante las cuentas de la Oficina del Presidente y de la vicepresidenta Victoria Villarruel, figura de lo que se ha denominado “la lucha por las víctimas del terrorismo”, se publicaron dos vídeos que intentaron capitalizar la fecha para contar “la otra cara de la historia” en busca de incluso cambiar la leyenda con la que se conmemora el día: “Memoria por la Verdad y la Justicia Completa”. 

El más fuerte es el publicado bajo la voz institucional del Estado que, con la narración del escritor Juan Bautista “Tata” Yofre y los testimonios de María Fernanda Viola —cuya hermana y padre murieron en un ataque del brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores, el ERP, en Tucumán— y del ex guerrillero Luis Labraña, teje un relato en el que se retoma el argumento de la guerra para justificar los crímenes cometidos, se desprestigia el accionar llevado adelante por los organismos de derechos humanos y se intenta hacer un ejercicio de clausura de la memoria “para seguir adelante todos juntos”. 

¿Quién es Tata Yofre, el hombre que eligió el Gobierno? Fue jefe de la SIDE durante el menemismo, de allí se quedó con documentos, por ejemplo los del Batallón de Inteligencia 601, con los que tiempo después escribió libros en los que se cuestionan las investigaciones por los crímenes dictatoriales. Allí también contrató al general de brigada retirado Carlos Alberto Martínez para que dirigiera la Escuela Nacional de Inteligencia (ENI), uno de los autores de los crímenes más letales de la dictadura y quien orquestaba la represión clandestina. Además, su hermano Ricardo Yofre trabajó como subsecretario general de Videla, fue uno de sus armadores políticos y asesores de comunicación.

El problema del argumento de la guerra radica en que se disfraza el terrorismo llevado adelante por el Estado al neutralizar la asimetría enorme de fuerzas con organizaciones que, cabe aclarar, para el momento en que los militares toman el poder de facto con la complicidad civil, eclesiástica y empresaria ya estaban en pleno proceso de desarticulación por el ejercicio de la Triple A, la organización paramilitar dirigida por la mano derecha de Isabel Martínez de Perón, José López Rega, durante su gobierno constitucional. 

Además, el argumento esconde no solo la falta de procesamiento judicial que tendría que haber tenido lugar para los guerrilleros que hubiesen cometido asesinatos, sino también que se secuestraba, detenía ilegalmente, torturaba, violaba, apropiaba bebés y se desaparecía a personas según el criterio de lo que considerara o no “subversivo” quien estuviera a cargo del grupo de tareas que tocara. Así, estudiantes, obreros, empleados, profesionales, docentes, amas de casa, periodistas, artistas y religiosos de todas las edades fueron víctimas de este régimen del terror que buscó a través de la sangre y la miseria planificada disciplinar a la sociedad. 

En cuanto a la discusión por el número, que los libertarios intentaron polemizar bajo el #NoFueron30Mil, si solo se toman los 4 centros clandestinos más grandes de Buenos Aires sumado a La Perla en Córdoba —cuando fueron 800 centros reconocidos oficialmente en todo el país—, ya se alcanzaría la cifra de 15 mil. Caer en la discusión por la cifra es una estrategia vil porque supone que, si fueron menos, entonces no cabe condena. Además, 30 mil es una cifra abierta que la propia sociedad demanda que los culpables esclarezcan por el carácter clandestino de la represión ilegal. 

La calle online intentó llenarse con provocaciones, pero no encontraron eco alguno porque la respuesta estaba en la calles, dada de manera multitudinaria y plural para dejar en claro que el pueblo argentino que hizo historia por juzgar a sus genocidas no está dispuesto a dar un solo paso atrás. La sensación de que “algo cambió hoy" fue la más pronunciada en el regreso a casa de este domingo. 

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