Los primeros 100 días, entre la desesperación y la fe

Se le terminó lo que se conoce como "período de gracia" y el gobierno de Javier Milei cosechó menos logros de los que le hubiera gustado.

Por Denisse Cutuli

El presidente Javier Milei anhelaba que sus primeros 100 días se asemejen al período de los 100 días de la Batalla de Waterloo, en el que se le puso fin al Imperio francés napoleónico. Pero lejos de haberle puesto fin al modelo de la casta, a lo que sí le puso fin fue al imperioso anhelo cotidiano de llegar a fin de mes, aunque sea con lo básico. El mandatario afirmó este domingo en una entrevista que es consciente de que “7 de cada 10 argentinos está peor”, pero asevera también que ese sacrificio valdrá la pena. Y esa promesa mesiánica parece hacer escollo, mucho más que durante la promesa de los semestres del macrismo o del poner a la Argentina de pie del albertismo luego de la pandemia. Esa promesa y, sobre todo, esa fe, se transforman en recursos vitales para un Gobierno que augura que se vienen los dos peores meses del proceso. 

Si, en estos 100 días ha logrado alcanzar el superávit fiscal gracias a la voracidad de la motosierra: se recortaron partidas presupuestarias a las provincias, fondos nacionales y fiduciarios, gastos “de la casta política” como autos, asesores y los propios puestos de trabajo de los empleados del Estado, se han cerrado dependencias del mismo, se han recortado las erogaciones para programas asistenciales ―no sólo los sociales como el Potenciar Trabajo, sino también aquellos destinados a las víctimas de violencia de género como el Acompañar―, incluso hasta se ha dejado de cubrir medicamentos de urgencia y de enviar alimentos a los comedores populares. Por supuesto que también se han eliminado subsidios y todo atisbo de intervención estatal en pos de cuidar los bolsillos de los argentinos. Se inmovilizó el gasto en obra pública y se paralizaron aquellas ya licitadas o que estaban en marcha. 

Los números cierran y dan en verde, sí, pero sin la gente adentro. Los balances cuadran positivo mientras las heladeras quedan cada vez más vacías.  Las buenas noticias en la balanza fiscal se producen a costa de lo que parece avecinarse como una recesión: las ventas minoristas en febrero sufrieron una caída interanual del 25,5%, la industria se contrajo un 12,4% interanual en el mismo mes y se registró el porcentaje más alto de empresas con caída del empleo, mientras que la construcción tuvo una caída del 21,7% interanual en enero, y proyectan una contracción del 15,8% anual para 2024.

Los salarios valen más en términos de dólares, pero están cayendo en picada en términos reales desde diciembre pasado, estando en su nivel más bajo en los privados desde 2002, con una inflación que se mantiene firme en los dos dígitos: 71,3% es el acumulado de estos tres meses. El salario formal promedio quedó por debajo de la línea de pobreza, hoy ubicada en los $596.823. La propia recaudación de seguridad social bajó un 25,7% interanual en enero por la cantidad de puestos laborales perdidos. Según el Observatorio Social de la Universidad Católica (UCA), el 57,4% de los argentinos estuvo por debajo de la línea de pobreza en enero de 2024.

Motosierra y licuadora. El ajuste fue tal que hasta la propia subdirectora gerente del FMI, Gita Gopinath, luego de su breve visita comentó que es necesario garantizar que la carga de las medidas de ajuste no cayera en los más vulnerables. 

Pese a que el 55,4% de la gente cree que el Gobierno va en la dirección incorrecta y que el 57,4% desaprueba lo realizado hasta el momento, y una gran mayoría incluso piensa que la situación del país y la suya personal va a estar peor en un año, según el último informe de Zuban Córdoba, la imagen positiva de Javier Milei sigue alta. Aún más, ese informe demuestra que pese a rechazar todas las medidas tomadas hasta ahora, con la excepción de la eliminación del lenguaje inclusivo, solo se ha desplomado unos puntos, que en rigor fueron pocos: el 42,3% lo sigue mirando con buenos ojos. 

Lo mismo ocurrió durante la campaña electoral, ¿cómo se explica esto?

La demonización del otro, la parte narrativa del ajuste 

Lo que ha motorizado su triunfo, y ahora su apoyo en el poder, es la narrativa demonizadora de la casta. Se trató de un camino hacia el más alto puesto jerárquico para poder destruir desde dentro el mecanismo de corrupción que ha llevado al desgaste y la desconfianza en la política. La Libertad Avanza fabricó su propia identidad y tiene su razón de ser en la polarización. Sin ella es un partido más del montón. Por eso es tan importante para este Gobierno el simbolismo y el relato. Por eso noticias como las del aumento de sueldo del Ejecutivo lo hieren y lo hacen dar marcha atrás. 

La versión de que el sufrimiento al menos vale porque también lo padecen los políticos y los que tienen mayores privilegios es lo único que puede sostener la defensa de un Gobierno que ha hecho del vaciamiento de bolsillos y el encarecimiento de la vida diaria su actividad central. 

Ahora bien, un Gobierno nacional precisa de consensos. Ya se ha visto durante este verano: el Congreso le lleva ganando la partida por dos puntos arriba. Tuvo que recular con su proyecto de Ley Ómnibus y su DNU fue rechazado en el Senado, constituyéndose así la primera vez en que la Cámara alta rechazó un decreto presidencial. Los insultos y agravios contra los gobernadores y diputados, las extorsiones y amenazas no fueron gratuitas, y se cobraron en el terreno de juego que más importa para poder maniobrar y tener margen para gobernar con la cantidad de reformas que anhela hacer. 

Así lo demuestra la lógica de amigo-enemigo que se materializa en los likes del Presidente a tweets verdaderamente escandalosos contra figuras del arco político, el doxeo y la campaña de hate en redes contra el enemigo de turno que el libertario gusta en elegir cada día al percibir un mínimo atisbo de desacuerdo con su línea de gestión. La maniobra de encontrar una cara visible rápido para cargarle la culpa de las derrotas y los malos resultados resulta útil y central.

Ahora bien, queda una pregunta rondando: ¿Qué va a pasar cuando el hambre mate al relato anticasta y a la tolerancia para resistir el recetario libertario?

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