Saje y Kelo cerraron el año junto al power trío conducido por Veeyam e invitados de lujo como Frane, Acru y Wos.
Por Irene Polimeni Sosa
Kamada cerró el año a lo grande con dos presentaciones de «PLAGAS», su último disco, en el Teatro Vorterix. Junto a un power trio comandado por Veeyam -productor del álbum- en guitarra, con Mauro Scaparre en bajo y Julo Sobol en batería; y Frane, Acru y Wos como invitados deluxe, el dúo compuesto por Kelo y Saje puso un broche de oro a su gira con una jocosa defensa de su estilo underground.
Es viernes 22 de noviembre y adentro del Teatro Vorterix suenan los primeros acordes del que probablemente sea el tema más pogueado de la historia de la música argentina. El público se agita y corea Ji Ji Ji como si del escenario estuviese por emerger el mismísimo Indio Solari. Cuelgan trapos que rezan cosas como «llegaron los plagas de Batán» de los balcones del primer piso, vuelan remeras y hay empujones. Kamada se define a sí mismo como «el primer grupo de rap argentino en tener hinchada (más que seguidores)». Bastaría presenciar la previa del cierre de su Plagas Tour en Vorterix para confirmarlo.
La vibra ceremonial que han cultivado durante la última década y ponen sobre el escenario toma y trae del rock para transformar sus rimas ingeniosas e introspectivas en la espina dorsal de una propuesta musical que tiene mucho más de la mística ricotera que de la imagen preconcebida y exportada de lo que sería, supuestamente, el hip hop. Sin embargo, Kamada es un exponente del rap underground, incluso ahora que pueden llenar dos Vorterix. Así lo entiende su público, así lo entienden ellos y así lo entiende Wos, uno de las máximas figuras del mainstream, que se sube a tirar un free pasada la mitad del show y lo cierra con un: «Cada uno trae lo que recibe, por eso le agradezco a los pibes // porque si rapea la Kamada es que el underground vive».
Es que es así: Saje y Kelo son referentes, pero también bichos raros. «PLAGAS», el disco que lanzaron en octubre se hace cargo de esta hibridación y los ubica en una frontera más clara con el sonido de una banda de rock. La intervención de Veeyam como productor de la pieza se luce en el vivo. El power trío no sólo acompaña la performance vocal que los raperos entregan con una precisión inusitada -se nota que llevan muchos años trabajando juntos-, sino que setean el ambiente a cada paso y pisan fuerte en la interpretación de los temas. Ya no hay instrumentales sobre los que rapean los Kamada, sino temas que desarrollan con cohesión, en diálogo, cinco músicos sobre el escenario.
En algún momento termina de sonar Ji Ji Ji, pero la manija no acaba ahí. El grito de «Argentina, Argentina» da paso un «el que no salta es un inglés», que pronto deviene en «el que no salta votó a Milei» y sin dejar mucho silencio, re emerge en un «Vamos Kamada la p*** que los parió». Sobre esa algarabía se abre el telón. Veeyam entra al escenario, arenga al público y arrancan los primeros acordes de «PLAGAS». Entonces, se despliega una enorme bandera entre los que están en las primeras filas. El público arranca a cantar antes de que Saje y Kelo pisen el escenario. «Antes de sonar ya te sonaban // Padres bien o mal, enjambre o plagas». Así, en los primeros segundos del show se configura una síntesis perfecta de la mísitica del grupo: empieza la función y todavía no hemos visto los rostros de los orfebres. El público canta, hay trapos, un sonido singular y todo está teñido de verde. Escuchamos sus voces: «los que anden con hambre de texto y fe, son plagas».
Pronto se dejan ver y ocupan el escenario como profesionales. Hacen todo «PLAGAS», mechado con algunos temas de otros discos, como «Sajelodonte», «L.E.A.L.» o «Kamada Clásicos», que el público recibe a pogo delirado y coro sentido. Se celebran de igual manera los pasajes más esotéricos de Saje y los momentos más cínicos de Kelo. Hay cánticos de barra brava para todos, lo que se demuestra cuando presentan a la banda. Los dos artistas saben cómo hablar con el público y tienen aceitado el sistema de soporte entre ellos. El trato es jocoso y de igual a igual, como el de quien sabe exactamente cómo es estar del otro lado.
«Gracias por estar acá en un momento no tal feliz del país», dice Kelo en un momento. Saje aprovecha para confesar que han descubierto que lo que los une con su público «no es la edad ni el género, sino algo que tenemos adentro, que es intrasnferible». Es difícil definir exactamente qué es lo que une a este público bardero y amoroso, que grita frases emocionales y chistes ingeniosos con la misma euforia. Aunque podríamos aventurar que algo tendrá que ver con el hambre de texto y fe.
Aunque Kamada tenga más de 12 años de existencia y su lugar como exponentes escondidos de un fenómeno que hoy domina las listas de hits -la explosión de rap argentino-, el cierre de su gira en Vorterix no se siente como una noche consagratoria, sino como una gran celebración y una demostración de los frutos que puede dar un jardín bien regado. Sobre el escenario, se ven y se dejan ver músicos que alcanzan el éxtasis en un solo de guitarra o unas barras bien pisadas, que miran al público de cerca y prometen volver pronto para transpirar bajo los focos.