El primer show de DPR en la Argentina

DPR Ian, DPR cream y DPR Artic trajeron el Dream Reborn Tour a la Ciudad de Buenos Aires y dieron un triple show electrizante.

Por Irene Polimeni Sosa

DPR llegó por primera vez a la Argentina con su Dream Reborn Tour y, en una perfecta noche primaveral, dio un show que enfiestó por completo a un C Art Media agotado con una puesta en escena sencilla y potente, durante más de dos horas. El domingo 20 de octubre a las 8:30pm, la cola que había para entrar al espacio ubicado en el barrio porteño de Chacarita parecía eterna.

¿Qué me dirían si les cuento que hay una fanbase de hip hop coreano que este año celebró sus 10 años de funcionamiento? Cuando DPR anunció que su Dream Reborn Tour los traería por primera vez a la Argentina, la fanbase K-HipHop Argenitna inició una cuenta regresiva. Cientos de personas celebraron, compraron sus entradas apenas salieron a la venta e hicieron cola desde temprano el día del evento. Algunos fanáticos recibieron al grupo en el aeropuerto. Otro puñado de gente se quedó sin poder ir y se lamentó en Twitter. Aunque el fenómeno de la ola coreana parece haber escalado estrepitosamente durante los últimos cinco años, lo cierto es que hay un público argentino para la industria musical del país oriental hace mucho más tiempo.

En realidad, decir que la propuesta de DPR fue un show no es del todo preciso. DPR es la abreviación de Dream Perfect Regime, una asociación creativa, un grupo de artistas que hacen música de diferentes géneros, pero también crean, dirigen, producen y editan todo tipo de piezas, generando obras con un fuerte componente audiovisual.

El productor y DJ DPR Artic (Kim Yong-woo), el cantante y productor DPR Cream (Kim Hyungmo) y el cantante, bailarín y realizador audiovisual DPR Ian (Christian Yu) se presentaron en el escenario del C Art Media con tres puestas distintas, pensadas para encajar la una con la otra, pero con marcados tintes personales que producen la sensación de haber accedido no a un show, sino a un triple show. Un tremendo 3×1.

DPR Artic subió al escenario a eso de las 9pm para elevar la temperatura con un aura de maestro de ceremonias impenetrable y una vibra rave subidora. Look all black con gafas de sol, visuales psicodélicas, colores fríos, luces laser nivel dios. Un verdadero hyper-viaje-espacial a lo matrix liderado por un DJ estoico pero dispuesto a saludar al público en español, a preguntar si todos se sentían bien, a disfrutar de los cánticos que le ofrecía la audiencia argentina. El productor surcoreano presentó algunos tracks de su ábum debut, KINEMA, que lanzó este año.

Después le tocó a DPR Cream, que también tenía puestos lentes de sol, pero no pudo evitar sacárselos unos segundos para demostrarse un poco emocionado cuando la hinchada coreó su nombre con cariño. «Este es nuestro último show, no puedo olvidar este momento», dijo entre tema y tema. Y es que nuestro país fue la última parada de la pata latinoamericana de su gira, que incluyó México, Brasil y Chile. Cream aporta al grupo una cuota de R&B y producción alternativa que lleva su segmento a una zona más extraña, en la que los paisajes sonoros se mezclan con su voz para dejar al público de cara frente a las canciones. Presentó temas de su álbum del 2024, «psyche:red», acompañado de visuales que evocan una estética post-youtube, una nostalgia alegre de esas que uno experimenta en la soledad de su habitación en la madrugada, o apoyado sobre la ventana de un colectivo salpicado por la lluvia.

El triplete cerró con DPR Ian, quien ofreció el segmento más largo de los tres. Acompañado por una banda y un grupo de bailarines que entraban y salían del escenario para completar los cuadros de los temas más descaradamente pop, el cantante nacido en australia que más tarde fue idol en surcorea, y después se dedicó a dirigir la propuesta audiovisual de DPR desde detrás de las cámaras, salió a comerse el escenario con un carisma magnético y un desempeño vocal potente. Las visuales se sumaban a la articulación generando cuadros bien concretos junto a los cuerpos en el escenario, que Ian protagonizaba de manera hipnótica. Cambios de vestuario, interacción con los bailarines, momentos de tocar la guitarra. Christian Yu hizo un show de popstar alternativo hecho y derecho.

Para comprender la figura de DPR Ian y el furor -a veces bordeando la histeria- que causa en sus fanáticos, hace falta saber que su recorrido e historia personal son atípicos. El artista autraliano de ascendencia coreana fue diagnosticado con bipolaridad durante su adolescencia. Fue a una secundaria especializada en artes escénicas, tuvo una banda de havy metal, fue un b-boy que subía videos bailando a youtube, fue a la universidad en Australia, pero largó y se fue a vivir a corea, lo reclutaron en la calle, se transformó en idol y lideró el grupo de k-pop C-Clown hasta su ruptura en 2015. Sólo después de todo eso, fundó DPR junto a DPR Cream, DPR Live y REM.

Su poética y carrera están marcadas por la búsqueda explícita de vehiculizar sus diferentes facetas, como una especie de apuesta a la posibilidad de darle lugar a los volantazos emocionales que todos podemos experimentar, pero que su trastorno de personalidad le impone con mayor crudeza. Por eso tiene alter egos, y sus propuestas líricas y visuales viajan de la euforia excesiva al blanco y negro agobiante, con un juego de dobles o mundos alternativos siempre presente en el fondo. También trabaja con una enorme voluntad de crear correlatos narrativos que acompañen las transformaciones, universos visuales meticulosamente construidos para profundizar las capas.

Y tal vez, por eso también mientras canta y baila parece saberse el ser más magnético de la sala, y grita cosas como «let me hear you scream Argentina», pero a la hora de conversar con el público se revela dulce y transparente, empeñado en que lo que quiere decir sea escuchado. Pide que no se empujen, que no se lastimen, que no enloquezcan. Dice que tenía muchas ganas de venir a Argentina, y que la pasión de nuestro país es electrizante, contagiosa. Su acento australiano enloquece a la gente cuando habla largo y tendido sobre el miedo: «los miedos más grandes que tenemos son creados por nuestra imaginación y no por la realidad», dice. Por momentos alguien no puede más y le grita que lo ama. «Te amo baby too», responde él entre risas, pero rápidamente pregunta «¿estamos bien? ¿tengo su atención?» porque quiere seguir hablando, y le preocupa -tal vez- que el mensaje no esté llegando al otro lado.

Y el público responde, se acomoda, hace silencio. Hay personas que lloran desconsoladamente mientras gritan las letras en inglés hasta en el fondo del C Art Media, al lado y detrás de la cabina de sonido. Es extraño, pero el público porteño de los artistas coreanos se adapta a la idiosincrasia del país oriental y el resultado es un Frankenstein argentino-coreano increíble: que puede poguear respetuosamente, que puede gritar con todos sus pulmones y también responder a las preguntas con un simple pulgar arriba o un saludo de mano genuino, que puede enternecerse cuando el cantante dice que «no dejen que nadie los cambie» y «creen su propia realidad», y también gritar «una más y no jodemos más» hasta hacerlo entender el español.

El cierre del show es con los tres artistas en el escenario, abrazándose, saludando, agitando una bandera argentina que los fans le hacen llegar. Verlos juntos es un regalo para el público, y unifica el triple espectáculo para volver a traer al frente que se trata de una asociación. Agradecen, sonrien, Ian se queda firmando autógrafos hasta que le exigen retirarse, y deja al público con los bailarines, que se divierten dirigiendo como maestros de orquesta el griterío un ratito más, mientras los tres hombres emprenden su viaje hasta el otro lado del mundo.