Un repaso por la cuestión de la representación de la comunidad LGBTQ+ en las ficciones audiovisuales: entre la construcción de estereotipos y la estigmatización explícita.
Por Irene Polimeni Sosa
La lucha por la visibilización y la defensa de los derechos de la comunidad LGBTQ+ siempre estuvieron ligadas al ámbito de la cultura, ya que es a través de la misma que una sociedad marca el pulso de lo que se entiende como norma y, también, de los límites que se ponen a las fugas de esa «normalidad». Algo dentro de ese ámbito que atraviesa la batalla contra el odio a las disidencias, es la disputa por la representación de las identidades queer en la ficción.
Las ficciones tienen el poder de crear, reforzar o subvertir formas de ver el mundo y vincularse con realidades. Muchas veces, los relatos ficcionales ofrecen herramientas para indagar en la propia identidad, a través de la identificación. En ese sentido, las expresiones de género y orientaciones sexuales que se fugan de la norma heterosexual y cisgénero han sido sometidas a las leyes sociales de la opresión y la represión durante siglos.
Hace tiempo que esta cuestión se ubica dentro de las batallas a dar por la comunidad LGBTQ+, y el concepto del queer baiting se ha puesto más de una vez en el centro de la conversación. Pero antes de que los colectivos empujaran avances en el reconocimiento de sus derechos lo suficiente como para que fuera posible que un estudio de cine multimillonario se preocupara por atraer audiencia queer, hubo un proceso en el que las disidencias fueron entrando de diferentes formas en los objetos culturales de consumo masivo. Una de esas formas es el queer coding o la codificación queer.
El concepto de queer coding se usa para toda clase de contenidos, desde canciones a fotografías, y se puede aplicar a producciones de cualquier época, sin contemplar necesariamente el contexto de producción o la intención del creador.
Pero hay un lenguaje en el que tiene una historia concreta y que todos podemos reconocer: el cinematográfico. Se habla de un personaje queer-coded cuando el escritor de una película o serie ha incluido pistas sobre su orientación sexual, que sugieren una desviación de la norma hetero-cis, pero no la explicita.
El origen de esta operación en el cine se remonta a la década de los 30s, cuando el Código Hays restringía los contenidos que podían aparecer en las películas de Hollywood. La «perversión sexual» era una de las cosas que los estudios tenían terminantemente prohibido mostrar en la pantalla. Y, por supuesto, la homosexualidad estaba implicada -sin mencionar la identidad trans o no binarie- en esa noción.
Ante el panorama de restricción temática, los directores y guionistas hicieron lo que tienden a hacer los artistas en contextos represivos: aplicar la inteligencia y sutileza suficientes para rodear las reglas impuestas por los estudios. De ese modo, empezaron a aparecer en las películas personajes que, a través de ciertos rasgos, se sugerían queer.
Ahora bien, en algunos casos, se pueden pensar esos personajes como construidos para la comunidad queer, con la intención de ofrecer la posibilidad de identificacion, aún en un contexto que buscaba todo lo contrario. Pero en otros, los rasgos de lo queer aparecen vinculados a la construcción de los villanos o la producción de la risa fácil. La reiteración de esta operación refuerza la idea de que cualquier persona que se corra de las normas hetero-cis, es malvada, está colgada de una palmera o es objeto de burla.
Más allá del valor que conlleva incluir lo queer en contextos que lo excluían categóricamente, la reiteración de ciertos elementos terminaron encajando las identidades y reduciéndolas a una serie de clichés y estereotipos. Algunos de esos paradigmas se renovaron con el tiempo y contribuyen a la idea de que ser gay es -simplemente- ser afeminado y un sirviente adulador del amado; o de que ser lesbiana es usar ropa oversized y sepultar los sentimientos tras una actitud frontal y segura.
Esta es una de las cuestiones centrales a la hora de pensar la representación queer en las ficciones: estas apariciones pueden pensarse como comentarios, pero los gestos de representación no son efectivamente, una representacion.
Con el paso del tiempo, la lucha de la comunidad LGBTIQ+ generó grandes avances en la visibilización de la diversidad de identidades y la conquista de derechos. Esto hizo que se abrieran las posibilidades para representar lo queer en el cine de forma explícita. Hoy hay espacio para que las películas y la televisión ofrezcan ficciones en las que dos personas del mismo género se besen, y también para que sean trans o no binaries. Sin embargo ¿qué tanto pasa eso en los contenidos mainstream? Y cuando pasa ¿qué tanto rompen con los estereotipos que fueron erigidos a base de la codificación obligatoria para evadir el contexto opresivo?
Al interior de las comunidades, la identificación con villanos u objetos de burla ha sido señalada como parte del problema a la hora de entender la propia identidad como válida. Al mismo tiempo, la operación de sugerir sin atreverse a afirmar por miedo a espantar a las audiencias no queer también contribuye a forjar una actitud especular dentro de quien se identifica con esos personajes.
Volviendo al queerbaiting: la construcción de personajes que tienen «pistas» queer pero nunca llegan a confirmarse como abiertamente no hetero-cis, se puede leer esa como una continación de la forma de abordar la cuestión que generó el queer coding en el pasado. Aunque la intención haya cambiado y ahora los estudios busquen atraer al público LGBT+, en vez de rodear restricciones impuestas por el marco social, sigue tratándose de la misma operación: representar sólo algunos rasgos de lo no hetero-cis y esperar que eso funcione como una representación efectiva.
Es por esto que el tratamiento de las identidades disidentes en los productos audiovisuales suele despertar polémicas cuando al interior de los colectivos. Se trata de una búsqueda por señalar que la reproducción de estereotipos tiene origen en la estigmatización explícita y categórica, en la catalogación de la homosexualidad como «perversión sexual».